viernes, mayo 14

EL RECHAZO DE LA IGLESIA CRISTIANA A ISRAEL



El antisemitismo cristiano nace de la elección de los judíos para ser un "pueblo apartado" exclusivamente para los propósitos de Dios. El aislamiento del judio, dice Flannery, "se originó en su sentido de protección divina, su dedicación a la Ley, su adoración de Yahweh". Los judíos se han aferrado tenazmente a su elección como una peculiar nación y esto, junto con sus dotes en muchas áreas, les ha ganado la ira de las naciones. El antisemitismo cristiano esta arraigado en el rechazo de los judíos como un pueblo escogido divinamente. Y es también este rechazo de los judíos como un pueblo escogido divinamente que forma la base de la ampliamente aceptada, pero aun así blasfema doctrina que rechaza a Israel y lo reemplaza con la Iglesia.
El sufrimiento y muerte presentados en este capitulo no dicen mas que una nimiedad de lo que los judíos han sufrido a manos de la Iglesia.
Flannery hace la siguiente observación al final de su tremenda obra:
"Para el cristiano creyente, esta narración de horrores termina en las cámaras mas profundas del espíritu. El pecado de antisemitismo significa muchas cosas, pero al final es una negación de la fe cristiana, un fracaso de la esperanza cristiana, un mal del amor cristiano. Y no es el menor de los pecados. La agonía de los judíos, ha dicho Jacques Maritain, es una en la que Cristo participa. ¿Y no fue esta la desviación suprema: que los mas severa y persistentemente perseguidos en la Historia cristiana no fueron a quienes el Maestro les prometió persecución (Juan 16:2-4), sino mas bien el pueblo del cual El provino? Maritain vio esto claramente cuando escribió: “La pasión de Israel esta tomando mas y mas claramente la forma de la Cruz”
Como se ha dejado claro en estas pocas paginas, hay partes de la Historia de la Iglesia de las que los cristianos debiéramos estar justamente avergonzados. Mi esperanza y oración es que en el corazón del lector nazcan un nuevo entendimiento y compasión por los judíos. El pueblo judio esta dolorosamente consciente de nuestra Historia; y aun cuando Saddam Hussein amenazo con "quemar la mitad de Israel" en 1991, ellos simplemente lo equivalieron a él con el cristianismo, con sentimientos similares a los que Crisóstomo, Lutero y otros hombres influyentes expresaron.
La Iglesia debe arrepentirse de sus pecados antisemitas. Quizás nosotros no los cometimos personalmente, y nunca podremos expiarlos pero podemos, y debemos, arrepentirnos de ellos. El SEÑOR si nos pedirá cuentas:
¿HA RECHAZADO DIOS A ISRAEL?
La respuesta afirmativa a esta pregunta, tan extendida tristemente entre los cristianos engañados por la teología de la substitución, es el motivo principal para escribir este libro. Rotunda y categóricamente afirmamos que Dios no ha rechazado a su pueblo Israel.
La Alianza entre Dios -¡bendito sea su Nombre!- y el pueblo de Israel es tan firme y segura como todos los pactos divinos, desde la creación del universo hasta la venida del Santo Mesías. La elección divina está atestiguada por las Sagradas Escrituras, y son tan numerosos los textos al respecto que no habría espacio suficiente en este trabajo para transcribirlos.
Ahora bien, el sentido de la elección es uno de los puntos en que más malentendidos se dan entre los creyentes poco informados. En la elección divina el elegido es elegido cuando él se elige también a sí mismo. Es decir, la elección es obra de la gracia divina, y, por consiguiente, es llamada de parte del Señor, gracias al llamado para que escuche ("¡Oye Israel!") y pueda responder en obediencia, y providencia para perseverar hasta el fin:
Te confirmará el Señor por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos del Señor tu Dios, y anduvieres en sus caminos. (Deuteronomio 28: 9)
Habéis, pues, de serme santos, porque yo el Señor soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. (Levítico 20: 26)
Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Éstas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. (Éxodo 19: 5-6)
Y éste será mi pacto con ellos, dijo el Señor:
El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo el Señor, desde ahora y para siempre. (Isaías 59: 21)
Eusebio y Agustín son los más directos responsables de la teología de la substitución; es decir, la enseñanza infortunada y antibíblica de que la Iglesia ha pasado a ocupar el lugar de Israel en los planes divinos, y que la relación pactual entre el Señor y el pueblo hebreo ha concluido desde que Jesucristo fundó un nuevo pueblo de Dios. Naturalmente, semejante desatino ha llevado a muchísimos cristianos a creer que las promesas divinas de bendición para Israel, comprendido el Milenio, han sido todas ellas trasladadas a la Iglesia. Esta ha sido la enseñanza oficial de la Cristiandad histórica a través del oscurantismo medieval, la Reforma del siglo XVI y hasta nuestros días.
A principios del siglo XX, algunos estudiosos de las Sagradas Escrituras comenzaron a percatarse de la distinción bíblica entre Israel y la Iglesia. El número de teólogos dispensacionalistas aumentó notablemente. Miles y miles de cristianos comenzaron a darse cuenta del hecho que Dios mantiene distintas dispensaciones o relaciones pactuales dentro del tiempo y el espacio. A esto hemos de añadir un dato verdaderamente interesante: al mismo tiempo que dentro de la cristiandad 9vangélica se producía este descubrimiento de las bendiciones de Dios para Israel, y su relación única con el Altísimo, el movimiento Sionista entre los judíos experimentaba un despertamiento de dimensiones incomparables. Aunque semejante paralelismo pasó inadvertido a muchos dentro de los círculos cristianos dispensacionalistas, esta aparente 'coincidencia' se entendía como una manifiesta confirmación de la eterna relación pactual de Dios con su pueblo amado, con el buen olivo, con el pueblo de la elección y la promesa.
La elección de Israel es una vocación divina. Convierte a todo el pueblo en misionero, y si vive en la rectitud de los preceptos del Señor, será luz para todas las naciones. Por eso siempre habrá un remanente fiel, y de ese remanente brotará Aquél que es quintaesencia de Israel, luz para revelación a los gentiles, y gloria del pueblo escogido: Jesús de Nazaret:
Yo te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por la luz de las naciones. (Isaías 42: 6)
El Señor ha conservado a su pueblo Israel hasta el día de hoy, y lo hará hasta el gran día de Dios. Muchas naciones han surgido y desaparecido en estos últimos 3.500 años de historia. Imperios que parecían inconmovibles se han derrumbado y desmoronado en cien pedazos, pero Israel, conforme a las profecías divinas, ha sido preservado y reorganizado, experimentando incluso algo totalmente insólito, como es el caso de la resurrección de su lengua milenaria, después de no haberse empleado coloquialmente durante 20 siglos.
El Señor ha prometido que durante todo el período de la dispensación de la Iglesia, Israel tendría un remanente fiel, tal y como aconteció en los días del profeta Elías.
Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. (Romanos 11: 5)
Dios nunca hizo semejante promesa respecto de las demás naciones de la tierra. En su gracia incomparable, multiforme e inescrutable; el Bendito sigue llamando al arrepentimiento y a la fe a hombres y mujeres de todos los pueblos y tribus hasta el día de hoy, pero con ninguna nación ha establecido una Alianza como con el pueblo de Israel. Sólo a su pueblo Israel ha encomendado Dios su Palabra, para recibirla y cuidarla, transmitiéndola a todos los hombres de la tierra:
¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la Palabra de Dios ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien, sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras y venzas cuando fueres juzgado. (Romanos 3. 1-4)
Dios no ha puesto ni una sola letra de la Santa Biblia en manos gentiles. Tan judíos son los autores del llamado 'Antiguo Testamento, como los del 'Nuevo Testamento'.
Que Dios no ha desechado ni desechará jamás a su pueblo Israel, es algo que se desprende, con alcance universalmente recíproco, de la bendición abrahámica:
Bendeciré [dice el Señor] a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. (Génesis 12: 3)
Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Ésta es la herencia de los siervos del Señor, y su salvación de mí vendrá, dijo el Señor. (Isaías 54:17)
Que Dios no ha desechado ni desechará a su pueblo Israel se desprende del cumplimiento de sus promesas ante nuestros propios ojos y en nuestros días. En los últimos años han regresado a la tierra de Israel más de cinco millones de judíos procedentes de muchas naciones del mundo, con distancias raciales y culturales tan separadas y variopintas como es el caso de los falashas de Etiopía y los judíos de la antigua URSS:
Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, de ferezeo, del heveo y del jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel. (Éxodo 3:17)
También establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron. (Éxodo 6: 4)
Vive el Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras a donde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres. (Jeremías 16:15)
Oíd palabra del Señor, oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño. (Jeremías 31:10)
No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice. (Isaías 43: 5-7)
Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho el Señor Dios tuyo. (Amós 9:15)
Después de la gran dispersión de la tierra, durante más de 19 siglos, sin templo ni sacrificio, y habiéndolos preservado Dios de todos sus enemigos que procuraron su eliminación, el Señor les ha restaurado en su propia tierra. 12.000 de cada tribu, (es decir, el número completo y cabal de los llamados), recibirán a Jesús como Mesías, junto con una multitud incontable de gentiles, de toda nación, pueblo, tribu y lengua:
Yo vi el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. [...] Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. (Apocalipsis 7: 4, 9-10)
Dios no sólo no ha rechazado a su pueblo Israel, sino que ha prometido su salvación nacional al llegar la Parusia, la Segunda Venida del Señor Jesús:
Y luego, todo Israel será salvo... (Romanos 11: 26)
La consideración seria de estos textos de las Sagradas Escrituras debería conducir a todos los cristianos gentiles a reconsiderar su postura respecto del pueblo de Israel. Toda la cristiandad está llamada a reconocer la parcialidad y la temporalidad de la dureza de corazón de Israel con relación a Jesús de Nazaret. Todas estas evidencias de la Palabra del Señor deben llevarnos a reconocer que Dios seguirá amando a su pueblo Israel por toda la eternidad; que el pacto divino, la eterna alianza, no puede invalidarse, y que, por consiguiente, rotunda y categóricamente podemos afirmar y proclamar que Dios no ha rechazado a Israel. De lo contrario, ¿qué seguridad podríamos tener en las promesas de Dios Todopoderoso para con nosotros, los cristianos gentiles?
Que Dios no ha rechazado a Israel. se desprende con gran claridad, como argumento empírico, del texto de San Pablo en Romanos capítulo 11:
Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. (Romanos 11: 1-2a)
Así ha dicho el Señor que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar y braman sus ondas; el Señor de los ejércitos es su nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí, dice el Señor, [también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. Así ha dicho el Señor: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también y desecharé toda la descendencia del Israel por todo lo que hicieron, dice el Señor. (Jeremías 31: 35-37)
El argumento empírico no es el único: El teológico es igualmente claro:
No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? Pero, ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete ¡mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. (Romanos 11: 2-5)
En el libro del profeta Isaías tenemos el anuncio del rechazo de Jesús por parte de su pueblo -históricamente hablando-, como plan de Dios para la salvación de los gentiles:
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. (Isaías 53: 3)
Dios conocía perfectamente que esto ocurriría, y que el rechazo en parte seria la manera en que los paganos llegaríamos a conocer al Dios de Israel para todas las naciones, por medio de Jesús, Siervo Sufriente, quien vendrá al final de los tiempos, como Mesías Triunfante, para judíos y cristianos por igual.
Digo, pues, ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. [...] Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. (Romanos 11:11, 25-27)
San Pablo prosigue en el capítulo 11 de su Epístola a los cristianos de Roma, formada por judíos y gentiles, argumentando con todo tipo de razonamientos. ¡Si tan sólo la cristiandad no hubiera ignorado este capítulo de la pluma del apóstol de los gentiles! Consideremos ahora el argumento de los orígenes:
Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. (Romanos 11:16)
Pablo, el rabí Saulo, enlaza esta argumentación con un elemento de naturaleza botánica: Israel es el buen olivo; las ramas desgajadas son los judíos endurecidos respecto de la mesianidad de Jesús; las ramas de acebuche, de olivo silvestre que da aceitunas amargas, somos los gentiles, injertados contra natura; y la raíz santa es el Señor que sustenta y cuida su proyecto universal: Un solo Dios y una sola humanidad:
Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tu también serás cortado. Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? (Romanos 11:17-24)
Sin duda, Pablo estaba pensando en el día de la venida de Jesús en gloria, como Mesías de Israel y Deseado de las Naciones, cuando las ramas naturales serán reinjertadas en su propio olivo, tal y como lo vislumbró el profeta Zacarías:
Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito. (Zacarías 12:10)
El Israel parcialmente cegado (Romanos 12:25) es el mismo Israel del versículo 26, todo salvo: Porque si su exclusión reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión sino vida de entre los muertos? Es la admisión, (Romanos 11:15)
Pero de todas las promesas, bendiciones, ministerios y demás quehaceres que Dios ha puesto en manos de su siervo Israel, ninguno ciertamente es comparable a la encarnación del Verbo de Dios. Cuando la Palabra de Dios, que es Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros, lo hizo en el judío Jesús. Muchos cristianos pueden haber ignorado, desconocido u ocultado que la redención, Dios la ha efectuado con sangre judía; con la sangre sin mancha ni contaminación del Mesías Yéshua, Jesús el judío.
Aunque muchos cristianos puedan olvidar la judaidad de nuestro Señor Jesucristo, hay alguien que no lo olvidará hasta el día en que perezca en el lago de fuego y azufre, que es la muerte segunda: Satanás. ¡Dios le reprenda! Por eso odia a Israel y busca su destrucción. De ahí el horror y el espanto de pensar que haya cristianos colaborando con el Maligno en su lucha contra el pueblo de la promesa. Dios no ha rechazado a Israel, porque de él son:
... la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
(Romanos 9: 4-5)
Ciertamente, Dios no ha rechazado a Israel. ¡Aleluya!
Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.
(Romanos 11: 29)
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